Meditación diaria. 
Tan fácil como respirar

Si sientes la necesidad o simplemente el deseo de espiritualizar  más tu vida y decides meditar cada día pero no lo ves factible porque tienes mucho que hacer y poco tiempo para hacerlo, o estás demasiado cansado para cualquier actividad más allá de tumbarte en el sofá delante de la tele, o simplemente no sabes cómo empezar, si realmente te servirá de algo o si vas bien encaminado… te diré que la meditación puede ser mucho más sencilla de lo que muchas personas piensan; no es necesario pasar una hora inmóvil en la posición del loto con la mente en blanco, meditar cada día puede ser tan fácil como respirar y, más breve o más prolongada, tu sesión de meditación solo será eficaz si la practicas, y esto no ocurrirá si lo ves como algo lejano y difícil de llevar a cabo.

Cuando digo que meditar puede ser tan fácil como respirar quiero decir exactamente eso; la respiración puede ser un excelente ejercicio de meditación si lo haces adecuadamente y con conciencia. En cualquier momento puedes detenerte, dejar todo lo que estabas haciendo, parar el ritmo frenético de actividad que te tenía girando en un torbellino de estrés… y respirar. Prueba a inspirar lenta y profundamente, retener el aire un par de segundos y luego soltarlo aún más despacio, sintiendo cómo tus pulmones se van vaciando y cómo todo tu cuerpo se relaja al hacerlo. Este ejercicio te puede dar un momento de paz que te ayudará a rebajar el estrés y continuar el día con algo más de energía.

A continuación te propongo otros ejercicios de meditación sencillos que  pueden cambiar el signo de tu día a día y ayudarte a mantenerte más equilibrado, en paz contigo mismo y con el entorno.

Antes de salir de casa…

Por la mañana, en lugar de tomarte el café a la carrera mientras te preparas para ir al trabajo, prueba a levantarte cinco minutos antes de lo acostumbrado y tómate ese café sentado tranquilamente; saboréalo, siente el calor de la taza, absorbe el aroma y disfruta de ese breve momento de relax antes de enfrentarte a la rutina diaria. Por supuesto puedes hacer lo mismo con una taza de té u otra bebida que te guste, y usar cualquier momento del día para hacer este ejercicio.

Cuando estés en la ducha, prueba a tomarte al menos un par de minutos para permanecer bajo el chorro de agua, unos pocos minutos no te harán llegar tarde pero pueden marcar una gran diferencia. Cierra los ojos y deja que el agua se deslice por tu cuerpo, puedes visualizar el agua arrastrando las malas energías (el estrés, las preocupaciones, las dudas…) y limpiándolo, dejando a su paso solo el brillo de tu cuerpo energético.

De camino al trabajo…

Si vas en coche, prueba a quedarte un momento en silencio, apaga la radio o la música que escuches habitualmente y cobra plena conciencia de lo que estás haciendo, quédate contigo mismo en el interior del coche, sintiendo tu posición, el tacto del volante, tus movimientos cuando cambias de marcha, observa cómo te deslizas por la carretera, disfruta de la conducción. Si vas al trabajo andando o en transporte público también puedes hacer un ejercicio de plena presencia, siente el lugar donde estás sentado o tus movimientos si vas andando, observa las formas y colores alrededor, aspira los olores y nota cómo estás totalmente inmerso en ese escenario, cómo estás absolutamente presente y consciente en ese momento.

En el trabajo…

Cualquier momento es bueno para detenerte y tomar conciencia del momento y el lugar en el que te encuentras, para mirar por la ventana y observar la forma de las nubes, el vuelo de un pájaro que pasa, notar el sol que atraviesa el cristal e ilumina el lugar donde trabajas… Puedes probar, simplemente, a tomar un objeto y observarlo sin pensar en nada más que en el objeto que tienes en tu mano, durante unos minutos observa su forma, su color, la textura, el peso y los pequeños detalles que lo configuran. Ese momento puede ofrecerte un nuevo comienzo con una energía más fresca, porque durante un instante habrás salido del remolino de quehaceres, problemas que resolver y energías negativas que muchas veces nos rodean mientras trabajamos.

Disfrutar de la comida

Tanto el acto de cocinar como de comer se puede convertir en un ejercicio de meditación si lo haces en un estado de plena presencia, con conciencia y degustando cada detalle. Prueba a cocinar con tranquilidad, oliendo los alimentos que vas a utilizar, poniendo cariño en el producto que estás elaborando, y en el momento de comer (por supuesto prescinde de la televisión u otras distracciones para hacerlo) disfruta no solo del sabor sino del olor y las texturas, siente la temperatura de la comida en tu boca y enfócate únicamente en lo que estás comiendo. Te llenará más y te servirá para relajarte al tiempo que absorbes la energía de los alimentos de forma más eficaz y placentera.

El ocio como forma de meditación

Hay muchas actividades que puedes realizar para relajarte después de un día de trabajo, muchas formas de aprovechar tu tiempo libre para reponer la energía y disfrutar del resto del día; todas ellas pueden funcionar como una meditación si las realizas con total conciencia, sin prisas, en estado de presencia plena y disfrutando de ellas.

Crear arte puede ser una de las más gratificantes, pintar, dibujar, hacer un collage o cualquier tipo de manualidad, escribir ya sea un diario, tus reflexiones o historias… prueba a hacerlo sintiendo el contacto con los materiales que usas, oliendo la pintura, escuchando el bolígrafo al deslizarse sobre el papel, observando la belleza de las formas y colores, de tus propios movimientos y de la obra que se va formando mientras tus manos trabajan.

La música tiene un increíble poder transformador sobre nuestro estado de ánimo, y escucharla con plena conciencia lo potencia aún más. Prueba no solo a disfrutar de la música que oyes normalmente sino a hacerlo más profundamente, siéntela, escucha con atención cada instrumento intentando identificar cada sonido por separado, deja que la letra te cuente su historia, percibe la vibración que te transmite y déjate envolver por la música. Por poco tiempo que dediques a este ejercicio supondrá toda una cura para el alma.

Por supuesto, también te puedes regalar de vez en cuando un masaje o un rato de relajación en el spa, una clase de yoga o cualquier actividad que te ayude a conseguir un poco de paz interior. Pero recuerda que la actividad en sí no servirá de mucho si la realizas de forma maquinal, en cambio será mucho más efectiva si la llevas a cabo desde un estado de plena presencia.

La clave consiste en estar, en ser, plenamente; no somos máquinas sino seres humanos, aprovecha toda tu humanidad para conectar contigo mismo y con el entorno, y antes de darte cuenta estarás viviendo de forma más equilibrada y sana.

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