Evitar el dominio del yo

El yo te aparta de tu esencia divina, te obstaculiza la conexión con el ser spiritual que eres. El yo es lo que no eres, está compuesto de lo que piensas, de lo que crees, de lo que te enseñaron, de las opiniones de otros que integraste, de los juicios y prejuicios, de las emociones, los miedos y la falsa imagen de ti mismo que proyectas a los demás, el yo es la mentira que se interpone entre tú y tu esencia divina, el ser de luz que realmente eres.

Durante nuestra vida se nos enseña (casi siempre inconscientemente) a mantener el dominio del yo, así es el ego quien dicta nuestros comportamientos, determina nuestras relaciones con otras personas y con el entorno, y domina en suma nuestras vidas.

Para evitar este dominio del yo y conectar con nuestra esencia divina, para desarrollar nuestra espiritualidad y ser más y más quien en esencia somos, más auténticos por tanto, te puedo proponer algunos “ejercicios” o hábitos saludables.

Escuchar

Cuando alguien te está hablando, trata de centrarte en lo que esa persona está diciendo, evita pensar en lo que le vas a contestar mientras habla, o de que tu pensamiento divague. Trata de no juzgar lo que está diciendo o de formar una opinión antes de escuchar todo lo que tiene que decir, no interrumpas ni trates de corregir. Refrena en lo posible el impulso de hablar de tu propia experiencia (a menos que te lo pidan) y de ti mismo, pues es un impulso del ego y haciéndolo lo alimentarás, céntrate en la otra persona, no en ti mismo. Descubrirás que asi aumentan las posibilidades de entender y conocer mejor a esa persona, además esa persona se sentirá escuchada y su actitud hacia ti será más positiva y abierta que si, por ejemplo, tratas de dominar la conversación con tu ego.

Corregir el afán corrector


No hay nada con que el ego se complazca más que con la corrección; al corregir a los demás estamos dando a entender que somos mejores que ellos, que estamos por encima y que tenemos razón. Ésta es una tendencia que alimenta al yo, nuestro Yo Superior sabe que nadie es mejor ni más valioso que otra persona, y probablemente el hecho de decir o escribir o actuar “a la perfección” (a veces simplemente según nuestros cánones de perfección) no sea tan importante para los otros como lo es para nuestro ego. Establecer como costumbre no corregir a otras personas delante de terceros es una práctica sana para menguar el poder del yo.

Juicios y prejuicios


El ego se refuerza con cada juicio que hacemos, pero estos juicios están basados en las apariencias y en las ideas que otros nos han ido inculcando a lo largo de nuestra vida; el juicio es producto de la mentira con que la mente nos presenta el mundo. Un sano ejercicio al respecto consiste en, cada vez que notamos que estamos a punto de emitir un juicio sobre alguien, detenernos a pensar de donde viene esa idea, en qué está basado el enjuiciamiento.

Aún peor es el prejuicio, que está formado por esas mismas ideas pero también por patrones arraigados en nuestro interior y que han ido componiendo el yo. Cuando prejuzgamos a alguien estamos interpretando los comportamientos de otros de acuerdo con los criterios que nuestro ego establece, por lo tanto el yo se alimenta y fortalece con cada prejuicio al que damos credibilidad y validez. El mismo ejercicio es válido aquí, pregúntate por el fundamento de cada uno de tus prejuicios.

Perdonar… aceptar


Busca en tu pasado un episodio en el que alguien te ofendió, algo que aún te escuece y no has perdonado, que aún te afecta cuando piensas en ello. Esfuérzate por comprender las fuerzas que movieron aquellos acontecimientos, intenta ponerte en el lugar de la otra persona sin juzgar su comportamiento y evitando centrarte en ti ofendido o dolido o molesto. Muestra tolerancia y amor hacia esa persona e intenta descubrir con honestidad lo que ambos teníais que aprender de aquella situación. Descubrirás que puedes sentirte agradecido por la oportunidad que aquel incidente te ofreció a la hora de aprender cierta lección de la vida.

Relaciones sanas

El yo desea que creamos que estamos desconectados de los demás, así nos dice que somos solo cuerpos físicos separados del resto y que nuestra relación con los demás consiste en poseer esos cuerpos, en dominar o ser dominado, en un intercambio meramente físico basado en la atracción del instinto. El Yo Superior, sin embargo, sabe que todos estamos conectados, y que el Amor es la expresión pura de esa conexión. Atrévete a decir lo que sientes por el otro, incluso aunque pienses que no reaccionará como te gustaría, porque al correr ese riesgo debilitas al yo, que solo quiere mantenerte retraído y temeroso. No tengas miedo de entregarte con confianza a una relación, porque la entrega y la confianza son la base de la conexión.

Posesiones y adicciones

El ego quiere hacernos creer que somos seres incompletos, que no nos basta con nosotros mismos para sentirnos llenos; el yo nos convence de que la única forma de llenar el vacío es adquiriendo cosas (la posesión) y entregándonos a placeres de efecto inmediato que nos acaban haciendo dependientes de ellas (la adicción). La lucha que supone tener que llenar constantemente ese vacío, nos distrae de la tarea de mirar a nuestro interior y de llega r a conocer la paz y la armonía de conectar con nuestro Yo Superior. Así mismo, entregarnos a las adicciones –no hablamos aquí solo de drogas, alcohol o cafeínas sino también de la constante necesidad de aprobación, la acumulación de dinero o el éxito externo– es indicativo de que el ego está llevando las riendas de nuestro comportamiento. Un ejercicio para evitar dejar que el yo nos arrastre por este camino es convertirnos en observador de nosotros mismos, observa las reacciones de tu cuerpo, observa el ansia en lugar de convertirte en el ansia.

El pensamiento malsano

El pensamiento malsano consiste –simplificando– en ver lo malo en lugar de lo bueno. Este patrón de pensamiento te convence de que todo es en potencia o en acto un problema, las cosas no van como deberían y te sientes molesto. Este malestar es perfecto para el ego, ya que al encontrarte sumido en las preocupaciones y el malestar, te mantienes apartado de tu Yo Superior. La negatividad que provoca el pensamiento malsano solo puede atraer más cosas negativas, ya que aquello en lo que nos enfocamos es lo que atraemos. Como ejercicio para evitar el pensamiento malsano y la negatividad, trata de comportarte como un paranoico pero al contrario, en lugar de pensar que todos están en tu contra y que todo se vuelve constantemente contra ti, hazte a la idea de que el mundo conspira a tu favor y de que cada persona a tu alrededor está dispuesta a ayudarte.

Los ejercicios propuestos para trabajar estos siete aspectos de nuestra relación con el yo te pueden ayudar a dar menos y menos control a tu parte mortal y a conectarte cada vez con mayor facilidad a tu parte espiritual; cuando el Yo Superior va tomando más fuerza y debilitándose el ego, la paz y el equilibrio estarán cada vez más presentes en tu vida.

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