Desarrollo de los aspectos del alma

Seis ejercicios para el pensar, el sentir y el querer


El pensar, el sentir y el querer (o la voluntad) son tres aspectos que conforman el alma y que están en principio unidos de forma natural. Sin embargo, conforme vamos practicando más y más la meditación y desarrollando nuestra espiritualidad, estos tres aspectos se desunen, se van separando y pueden llegar a funcionar en desacuerdo. Por ejemplo, sentimos algo que no entendemos, que no sabemos ni de donde ha surgido, o nuestra mente da una respuesta y nuestro corazón otra.

Los seis ejercicios que se proponen a continuación pretenden unir de nuevo en pensamiento, el sentimiento y la voluntad, así como purificarlos. Cada ejercicio debe practicarse durante un mes y en el orden propuesto; la importancia de seguir este orden radica en que unos afectan a otros, y no se puede llevar a buen término uno si antes no se ha practicado e integrado el anterior y por tanto adquirido la correspondiente capacidad.


Los ejercicios, que iré publicando uno a uno al principio de cada mes, son los siguientes:

1. Control del pensamiento
2. Desarrollo de la voluntad
3. Equilibrio del sentimiento
4. Fomento de la positividad
5. Apertura a la novedad
6. Armonía interior

A continuación iré explicando cómo realizar cada ejercicio, su duración, algunos consejos para su ejecución y lo que se pretende conseguir con cada uno.

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1.- Control del pensamiento

Nuestros pensamientos diarios se ven influenciados y condicionados por nuestras emociones, deseos y circunstancias, vienen y van con escaso control por nuestra parte o, en ocasiones, totalmente descontrolados.
Este ejercicio, con el que se pretende conseguir un mayor control del pensamiento, consiste en elegir un objeto, un simple utensilio de apariencia anodina, observarlo sin emoción, simplemente reflexionando sobre distintos aspectos del mismo, pero siempre tratando de mantener el hilo del pensamiento. Este objeto se mantendrá durante varios días y, cuando ya creamos haber agotado nuestras ideas acerca de ello, seguiremos un par de días más antes de elegir el siguiente objeto y repetir el proceso.

Para reflexionar sobre el objeto elegido se recomienda usar preguntas y responderlas, del tipo “¿de qué material está hecho?”, “¿cómo se fabricó?”, “¿para qué sirve?”… Se puede incluso buscar información antes de iniciar el ejercicio, para luego poder contestar en nuestra mente a las preguntas que formulemos.
Usar los sentidos es también recomendable, no solo se trata de observarlo visualmente sino de percibirlo completamente; pregúntate ¿a qué huele?, ¿cómo suena?, incluso ¿cómo es su sabor?, su textura, peso, forma, color, etc…

Este ejercicio debe realizarse diariamente durante un mes, al menos durante cinco minutos al día. Resulta fácil perderse en los detalles y divagar, especialmente al principio, cuando tenemos poco control sobre nuestros pensamientos; si perdemos el hilo, debemos desandar el camino de nuestro pensamiento y retomar el hilo tratando de no volverlo a soltar.

2.- Desarrollo de la voluntad

Durante el segundo mes practicaremos el ejercicio de la voluntad. Esta práctica debe realizarse el menos una vez al día y podemos elegir la misma hora (o el mismo momento) cada día o, lo que puede resultar algo más difícil, distinta hora pero eligiendo previamente el momento.

El ejercicio consiste en elegir una acción sencilla que implique movimiento físico y recordar llevarla a cabo cada día. Podemos desatar y volver a anudar el cordón del zapato, dar un pequeño salgo, chasquear los dedos o quitarnos y volvernos a poner n anillo, cualquier acción es válida mientras se realice con alegría, no se trata de una “obligación” sino de algo que queremos hacer, una tarea que acometemos con gusto, de forma desenfadada y con buen humor. Tras una semana de repetición, podemos elegir una nueva acción y repetir el proceso.

No debemos agobiarnos si alguna vez olvidamos realizar el ejercicio a tiempo, pero es preferible hacerlo tarde a no hacerlo, así nos confirmamos a nosotros mismos nuestro compromiso. Si nos resulta realmente difícil acordarnos a tiempo, podemos ayudarnos con una nota (procura no recurrir al recurso de la alarma, porque invalidaría el objetivo). Una práctica que nos puede ayudar consiste en, al despertar, visualizar que nos acordamos en el momento justo y realizamos el ejercicio de ese día.

Con este ejercicio se pretende entrenar la paciencia (aunque nos acordemos antes debemos esperar y hacerlo en el momento adecuado); también se mejora la memoria, la voluntad y la conciencia, además fomenta la propia iniciativa en contraposición a “seguir” las decisiones e iniciativas de los demás.


3.- Equilibrio del sentimiento

Este tercer ejercicio se realiza al menos dos veces al día y podemos elegir entre dos opciones: reconocer un sentimiento cuando lo estamos experimentando y darle nombre, o tratar de descubrir un sentimiento oculto en una situación en que nos parece que no estamos sintiendo nada.

Cuando hayamos practicado este ejercicio durante un tiempo y nos sintamos preparados, podemos comparar el sentimiento que estamos viviendo con la realidad de la situación y comprobar si ambos se corresponden o no; esto nos ayudará a entender la situación y también a conocer mejor nuestras reacciones.

De eso se trata con este ejercicio, de explorar y comprender nuestro universo sensible, tanto en lo referente a los grandes sentiemientos como a los más sutiles. También nos ayudará a no dejarnos arrastrar por las emociones, de manera que consigamos un mayor equilibrio y más calma interior. La observación “no empañada” por las emociones nos permitirá ser más objetivos y, finalmente, darnos cuenta de que no “somos” esos sentimientos, tan solo los “tenemos”.

4.- Fomento de la positividad

Este ejercicio consiste en encontrar lo positivo dentro de lo que nos parece negativo; no se trata de enmascarar la verdad y verlo todo a través de unas gafas color rosa, sino de ser capaz de ver lo negativo “y” lo positivo, no solo la cara oscura de la situación.
Pregúntate qué puedes aprender de cada situación; si ya ha pasado, procura mirar hacia atrás y realizar una evaluación, ver tanto lo positivo como lo negativo con la mayor objetividad posible, aprender de lo ocurrido. Esto nos ayudará a superar nuestras opiniones prefijadas y prejuicios, y a dar el siguiente paso tras la unión del pensar y el sentir.
Con este ejercicio se pretende trascender lo negativo (que no ignorarlo) al ser capaces de observar la situación desde distintos ángulos. Este multiperspectivismo nos conduce también a un juicio más objetivo, libre de prejuicios que empañen la realidad.
Los obstáculos que podrías quizá encontrar al realizar este ejercicio es que estés tan enfocado en lo negativo que no seas capaz de ver nada positivo; también puede ocurrir que los prejuicios han crecido con tanta fuerza dentro de ti que se hayan vuelto algo “fijo” y no te resulte fácil trascenderlos; otro obstáculo sería olvidar constantemente hacer el ejercicio. En los tres casos necesitaremos fuerza de voluntad y hacer uso de toda nuestra claridad para superar los obstáculos.

Para ayudarte con el pensamiento positivo, puedes leer el siguiente artículo en este mismo blog: 
El poder del pensamiento positivo”.


5.- Apertura a la novedad

Este ejercicio consiste en mantenerse abierto a nuevas experiencias, a enfoques distintos, incluso a ideas que en principio se contraponen a las que ya teníamos. Una práctica interesante al respecto puede ser observar con “ojos nuevos” lo que vemos cada día, lo que ya damos por sentado y creemos conocer; se trata de estar abierto a experimentar como nuevo lo que ya conocemos.

A veces, cuanto más conocemos nuestro entorno (o durante más tiempo hemos estado inmersos en él) menos lo vemos como es realmente; lo que ocurre es que nuestros juicios lo van empañando hasta impedirnos verlo con claridad. Nuestro trabajo consiste en usar bien los sentidos en lugar de juzgar (al juzgar conectamos a la persona o cosa con algo que ya conocemos, pero la mayoría de las veces esa conexión no es “justa”, no tiene nada que ver con la realidad, y una vez hecha en nuestra mente la conexión no profundizamos en el conocimiento verdadero.

Mantener una actitud “curiosa” respecto a nuestro entorno es también una buena práctica de cara a realizar este quinto ejercicio.

6.- Armonía interior

Este sexto y último ejercicio cosiste en combinar todos los demás para lograr una vida armónica. Detectaremos en qué áreas de nuestra vida falta equilibrio y practicaremos los ejercicios adecuados para dar equilibrio donde sea necesario. Por ejemplo, si observamos que nos falla la voluntad, podemos volver a realizar el segundo ejercicio durante el tiempo que consideremos oportuno.

Estos ejercicios no son algo rígido, tú tienes el control sobre la práctica, puedes hacer una pausa, ver cómo funcionas en todas las áreas y más adelante volver a realizar los que necesites. La ideas no es practicarlos durante seis meses y luego olvidarse de ellos sino crear un estilo de vida que en realidad comienza con este sexto ejercicio. Todas estas pautas son en realidad una ayuda para conseguir un estilo de vida armónico donde el pensamiento, el sentimiento y la voluntad funcionen unidos y acordes, en armonía, en un alma fuerte y estable. Una vida, en resumen, más equilibrada, más positiva y más feliz.



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